domingo, 15 de diciembre de 2013

El día que conocí a Charlote Dubois

La oficial de migración me hacia acordar a alguien y no sabia a quien. Después de hablar unas frases en ingles se ofreció a intentar en un español con acento a ches en las tés. Lo que parecía fácil empezaba a complicarse, quizá por la evidente razón que mostraban sus ojeras: una insatisfacción digamos del tipo personal que por algún motivo parecía haber llevado ese día al ámbito laboral. Dos giles adentro de una camioneta con patente argentina habían caído en el casillero erróneo. La oficial hacia las preguntas con un movimiento sincronizado de boca y cejas que demostraba que no nos iba a creer antes de mano, hasta que con un revoleo de ojos magistral sentencio que lo que necesitaba era solvencia económica y que tres años y pico viajando sin trabajar era muy raro. Ella y Calamaro tenían la posta, sabían que no se puede vivir del amor. 
Pero ya había pasado esa casilla negra del monopoli dos veces: una vez en la entrevista para la sacar la visa después de llenar el cuestionario si era terrorista, reclutadora de niños para la guerra o productora de semillas transgenicas....ah no esa no estaba. Y la segunda, la primera vez que pasamos a ee.uu, donde me habían atendido unos tipos un poco mas copados que la doña que solo hicieron incapie en si teníamos hierbas medicinales. Mientras, nos hacían esperar adentro de un trailer blanco sin ventanas convertido en sala de espera sin ni siquiera una musiquita de los 80´. A los 10 minutos nos íbamos cantando bajito juntando del sopi de la chancha algunos objetos que dejaron tirados como el frasco de pimienta blanca. 
Esta ultima vez ni una mínima revisacion. Solo las preguntas incisivas de una oficial que parecía descontenta con algo mas que 2 argentinos en una camioneta japonesa que ya ni existe en USA. Era complicado explicarle que hace un año estuve entre Mexico, ee.uu y Argentina, y que se me rompió el motor en el país mas caro del mundo, en el de ella y no solo eso sino que lo mas poco creíble era que a pesar de todo lo había arreglado.
No recuerdo que fue pero algo le gusto y de la comisura izquierda del labio esbozó una sonrisa mínima que escatimo alegría en un 80 porciento. El otro 20 lo dejo entre la duda y la certeza de que algo bien habíamos dicho. De un momento a otro como si la hubiera invadido un sumenage paso de creer que queríamos trabajar en un mc donalds a invitarnos a la oficina a estampar los pulgares en su registro migratorio. Obviamente confundí el pulgar izquierdo con el derecho. Que por cierto cada vez que entramos a ee.uu nos piden lo mismo.Y yo que pensaba que quedaba todo registrado. 
Cuando me fui la recorde. Era ella.





1 comentario: