sábado, 1 de mayo de 2010

Salta

Arenosa, Arenosita, mi tierra Cafayateña ...



De la mano de Juan y July la chancha sumo una provincia más en su historial, dejo atrás Tucumán y se adentro en Salta la linda anclando en Cafayate como primera parada por unos días.









En nuestra estadía conocimos al Huayra, Casique de su comunidad, con quien tuvimos la oportunidad de luego de 3 horas de caminata de camino de montaña llegar a una importante y congelada cascada, disfrutando de unos paisajes increíbles en el camino.
Luego de las curaciones pertinente debido a un porrazo por una mala pisada, llegamos al camping donde aparte de compartir música con el Huayra, nos conto la lucha que tiene su comunidad para recuperar las tierras expropiadas, historia que lamentablemente no era la primera vez que escuchábamos en el viaje.



Si si armamos la carpa abajo de un arbol qeu nos bombardeo a nueces toda la noche. Lo descubrimos cuando nos levantamos. Esa manñana podemos decir que el desayuno nos cayo del cielo. No nos quejamos!



Los Medanos de Cafayate














Por la ruta rumbo a Cachi, husmeando casi donde no nos corresponde encontramos una casa de adobe abandonada donde alguna vez se produjo vino. Una de esas sorpresas que guarda la ruta 40 a sus transeuntes.










Contra lluvia y maera camino a Cachi



Cachi : Una mirada de Sal
Mística o fantasía, magia o casualidad, no sé que hay, me pregunto que es lo que no puedo ver, pero esta. Cachi atrae, llama y se muestra gentil. Almas hermosas que se hacen conocer en un paisaje que parece leyenda.
Es prácticamente imposible hacer sentir lo que es cachi pero para que la mente se de una idea: sus calles son de empedrado, con hexágonos uno al ladito del otro, formando un rompecabezas perfecto para recibir la caminata de la gente del pueblo, el rodado de los automóviles y las pisadas de cada turista que pisa minuto a minuto cada rinconcito.
Se siente aroma a tortilla tostada y se ven las chispas que crujen. Las casas rememoran la colonización, casonas con enormes ventanales y arcadas en el frente, faroles sacados del virreinato y capillas bien europeas.
Mas adentro la calle se pierde en la montaña y las casas se empiezan a hacer de adobe. A las afueras del casco histórico, Cachi nos muestra un pizarrón un poco borroneado que dice: humitas, locro/ carbonada/ empanadas.
Así es como conocimos a Paulino, un hombre con mirada honesta y con una serenidad en el habla invaluable. Comemos el locro más rico de nuestras vidas y pasamos un hermoso mediodía, conociendo historias de un hombre feliz con su mujer que decide establecerse en el lugar donde nació, luego de un largo paso por capital federal. Ahora recibe a todo comenzar de manera inmaculada y con todo el amor que pueda dar. Muchos nos podemos preguntar cómo se puede vivir en un pueblo y no aburrirse en el intento o como vivir en la ciudad y no volverse loco en el intento, pero definitivamente no hay respuesta, solo depende de los ojos que lo miran. Ciudad o pueblo no importan, cada uno tiene su lado hermoso y su lado gris pero uno hace de ellos el mejor lugar o el peor. Así vamos cambiando de lugar con la misma mochila de felicidad, de tristeza, de recuerdos, de buenos y malos humores, de anhelos, de falencias, de ausencias y presencias.










































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